P o e m a s
Argentina
I
L a S i n r a z ó n
1987 - 1993
T a b a c o
Luego el humo y la ceniza esparcen
la desmerecida forma de lo que ha sido.
Arder. Arder como la brasa ambigua
que no es llamarada ni es ceniza;
entre secuencias de orden y desorden
arder; arder cual perfume de maderas;
cual ocaso –furia postrer del día-
arder; en pausas de la informática,
detrás de los envases descartables,
con un sexo torpe entre torpes manos,
arder. Como sólo el fuego puede arder.
Como pasión y soledad pueden arder.
Astro perdido en la jungla del cielo
tornando a una casa y a unos padres,
arder. Solícitamente, en honor de un amante,
arder. Ofrecer la transparencia y pretenderla
cada vez con menos fuerza y eficacia.
Arder. En el templo de los bárbaros.
Arder, tan tenue como sea posible,
ante la fatiga de la mirada. Encender
los rubíes de la culpa entre el lodo funeral
y las arenas donde el hedor de lo muerto
sobrevive (¿para qué?) sin condena ni justicia.
En el horno de los bronquios se caldean
la sinrazón de existir abominando
y el humo: símbolo de olvido e impotencia
de querer retener lo que se esfuma
-antes eterno, ahora fugitivo-,
breve danza de amor entre los dedos,
ocaso que arrastra el cuerpo del día
-iluminado de amor- a oscura gruta,
para escandir las formas de la noche
cual sílabas de un poema revelado.
********
B o r i s V i a n
Fue así:
el mundo, que era redondo, se volvió plano;
la tierra, ancha y verde,
se tornó gris y cuadriculada;
los caminos trocaron en laberintos.
Recordé su novela.
La pérdida de lo maravilloso
en
Exacto nombre de la fugacidad.
Y yo, que antes admitiera ser fugacidad,
ahora, temía los finales y desgarramientos.
Yo, que dije “estoy sobre la tierra
como la flor de un solo día,
pero que ese día sea perfecto”,
ahora aceptaba líneas indefinidas,
esperas agotadoras.
Sólo comprendo la paciencia que exige
la creación. Pero esta horrible paciencia
con los envilecimientos de cuerpo y de espíritu,
este cavilar en que -llegado un tiempo-
nada tendrá comienzo ni final...
De fuego y espuma –como el amor-
eran los gestos,
rostros que amanecían con un mensaje
de su hermética galaxia personal.
Y del héroe nacía el vencido,
de la inocente, la predadora,
del confuso, el iluminado.
La muerte se llevó el amor y la locura
y me dejó el sadismo y la conciencia.
Estas sonrisas de perversos y consagrados
son la confirmación y la caída.
********
F r e s c o y D e t a l l e s
de una Escena Argentina
1
La niña tiene miedo de su padre
que está de espaldas a ella.
El padre anhelaría volver la cabeza
hacia el rostro
de los que susurran su destino.
La anciana separa los granos buenos
de los muy buenos
y deja los malos para la vecina.
El cielo se desplaza de derecha a izquierda
como un film tras una ventana de utilería;
al fondo del cielo se ven –disminuidos
por la perspectiva –los altos picos de los Andes.
______2
La madre divorciada cose en la máquina Singer
bajo la galería guarnecida por el tamiz de la parra;
en su casa no hay retratos de Evita ni Perón;
y nadie la ha amado salvo
su hermano, jugador por cuenta de Dios;
un conciliábulo de fantasmas
chismorrea -en un ángulo del patio –
y una joven muerta guarda silencio,
disimula las ganas de preguntar
a la divorciada cómo es tener marido.
3
En favor de la libertad,
el gato no es alimentado
por la mano del dueño.
Al niño, en cambio,
hay que seducirlo
y ciertos ángeles
le diseñan chocolates
en forma de golondrina.
4
La hermana mayor comenta
el prodigioso tamaño del pene del amante
que circuló entre varias amigas.
Espantosamente grande. Era para varias.
La mujer sentada al extremo de la mesa
(cuando la niña huye hacia el fondo de la casa)
se coloca el índice sobre los labios
en señal de silencio.
5
Como un dios en danza de dioses
él la convoca a la fiesta del cuerpo
y a abandonar la tristeza
de aquí a la eternidad.
Al desabrocharse la blusa
ella está naciendo de los encajes
con que su madre la vestiría
para la boda, como si naciera
de la espuma.
6
Él apostaba chocolates
a que era el mejor.
Gastó tres tercios de la vida
a la cabeza del santo de su nombre.
Su padre sí lo apreciaba,
por la buena razón
de que sabía entonar canciones.
7
Gastó un décimo en salvarse,
cuatro cuartos en agradar a los padres,
dos tercios en lustrar los zapatos,
cuatro octavos en saludar
y ocho novenos en seducir.
Era agradable eludir su presencia
ungida de lavanda o vetiver.
8
La madre es sutil.
Sobria es la firmeza de su imagen.
Un olor a ropas lavadas
impregna la sala de costura
donde la matrona plancha de pie
los manteles para el altar
cuando las sirvientas
han preparado la merienda
y se lo anuncian en voz baja.
_ 9
Ya no existen los esclavos
en las colonias del Río de
Este mulato es peón de limpieza.
Friega las baldosas por donde la niña
camina descalza a la siesta
con un libro en la mano
y el cabello atado con tiritas
para formarle los rizos.
Sobre los pisos lustrados,
las huellas de sus pies se marcan
por la transpiración
y fugazmente se evaporan,
pero el sirviente alcanza a ver el reflejo
del sexo púber en las baldosas.
10
Ella enjabona su rostro,
levanta la barbilla hacia el espejo
y ve allí una Afrodita doméstica
nacida para ser amada.
Escribe poemas donde mitifica
que el mundo es un lecho moviente,
un espejo de agua
abigarrado de camalotales
donde podría vivir y morir
siendo princesa aborigen,
domeñada y feliz, con señales de amor
en el cuerpo. Pero no le ha dicho eso
a su madre.
11
Él hablaría de la pena,
mas debe sostener el rostro
con las dos manos en candelabro
debajo de su mandíbula.
Él imploró a los dioses la gracia
de componer un poema de amor.
Lo hizo con resistencia.
Como quien cumple una proeza.
Él rogó a los dioses
que le concedieran
la proeza de vivir.
Lo hizo cálidamente,
cuando aún era niño
y se adormecía sobre los manteles
que iluminaban sus manos
al tomar los alimentos.
Él imprecó a los dioses
con los dedos en garfio sobre el vaso
y les recordó la promesa -sobreentendida-
de concederle escribir un poema de amor.
L a P i e d r a Del M u n d o
Poema sobre Blanche Du Bois, personaje de
“Un tranvía llamado deseo”, drama de
Tennessee Wiliams.
1
Blanche, bibelot sonámbulo,
nunca ha dormido verdaderamente.
Unas vestiduras de algas traslúcidas
cuelgan a lo largo de sus palabras,
las arrastra desde la infancia.
Blanche se borró el ombligo y emergió
-como de una crisálida-
para comerse la piedra del mundo.
2
Blanche: tirale esa piedra
a la cara del mundo,
esa piedra sí podés tirársela,
otras no,
otras te las van a dar en el ojo,
pero con ésa apuntale al Polifemo
que nunca te perdonará el sonambulismo.
Y rápido.
Esta es una lucha de video-games;
alguien tiene que salir derrotado.
3
Blanche: el que olvida es olvidado,
olvidable. Entonces,
colgale un cencerro a tu memoria:
Blanche recuerda a Blanche,
Habrá una mancha de limpieza
en la piel de los que recuerden.
Traelo despacio hasta tus rodillas,
tus riberas,
vencelo de acuerdo a la fidelidad
de su memoria: él también la posee;
hacé de cuenta que él también la posee.
Y si le parece que hay ceniza en tu boca,
mostrale lo que realmente es:
la sombra de una estrella que invocabas
cada vez que creías haber muerto.
4
El alcohol, muñeca,
es una cola de gato que se enrosca
entre las piernas de las neuronas,
las incita a movilizarse;
el calor
(esa otra cola con gato y todo),
de día, duerme sobre los párpados
desvelados la noche entera
por el alcohol;
el alcohol: una chanson, un tango,
un negro spiritual,
una agresora fatiga de estar triste
como si fuera el último día del mundo
y ya nadie quedara para perdonarte el crimen.
G l a u c e
Del mar viene tu voz.
De todos los mares y todas las mareas.
De oleajes de trigales que mecían
a tus parientes gringos y pampeanos,
coronados por el flamear
de las migrantes banderías anarquistas
con sueños de paz y marejadas de pasiones.
Glauca, Glauce, marina.
Arrojada en otras violentas banderías,
amplia como la oscilación de la blancura.
Te desespera la sed del mar en esta mediterranía
siempre sedienta de grandes hechos,
siempre devuelta a la gravedad de las campanas.
Al fin todo es doméstico. Todo misterioso.
Lo grande nace de lo pequeño.
No viene del mar sino de la semilla.
No del infinito, sino del sol.
Pero tú renaces de los aires que producen
miles de banderas opuestas y coincidentes
balanceándose a un mismo ritmo.
Todo habla en ti.
Las revoluciones y las magnolias.
Las abuelas y las galaxias.
El amado y la muerte.
La poesía es a ti lo que la forma a la belleza.
Un soplo en el barro.
El roce de dos pedernales.
Y la palabra te transforma y aniquila.
Te hace suya. Te pide que seas viril para poseerla
y femenina para deslumbrarla.
Ningún otro destino te pertenece.
Ninguna otra pasión jugarás tan sabiamente.
Has venido del mar a la superficie de los genocidios.
Pero mira: toda palabra antes de nacer
recorre su propio olvido.
Alaridos de hórdagos en retirada
apagan tu voz
como la polvareda al canto de un pájaro.
Tu voz.
Desnuda y perfecta.
Plena y aciaga
como la hoja de acero del destino.
II
O J O D E B U E Y
1993 - 1995
Ojo de Buey
Por el poeta Juan Larrea
Como las alas del cóndor de
las manos humanas
terminan en dígitos abiertos.
No es candor,
ni patetismo
si no distancia
el aire necesario a las figuras.
Luz entre qué y quién.
En cercanía de ventanales
por donde filtra su té el mediodía,
bebo de palabras que suman otra luz.
Todos mis amantes han muerto
antes de que yo naciera.
F r a g m e n t o s
__ 1
Luna oval que con su palidez enfría
la incandescente luna del espejo
y la imagen idéntica al rostro
mas no a la imagen que de sí mismo
se formara quien pertenece al rostro
como a una patria misteriosa,
y, luego, ¿qué patria no lo sería?
2
Hay una grieta por donde espiar el baldío.
La discordancia e íntima condonación
de una habitación a otra -todo como avergonzado-,
gestadas en el vértigo y la paciencia de los días;
la pena de la estructura al desnudo donde alguna
desteñida flor de empapelado exhibe el rosa de la tristeza
-todo como vencido por una luz amarilla
y por las hebras protoplasmáticas del gris- ;
el viento, atravesado de aprehensión al rozar
la huella que imprimiera la sombra de las columnas
sobre la galería, como si algo se hubiera resguardado
de excesos, mantenido reservas
con las que recomenzar la vida o seguir
sosteniéndola, reivindicando un antiguo acto de amor.
El tronco hachado a ras del suelo y deshidratado,
sin redención posible.
Imágenes postrimeras. Aptas para excelente fotografía.
Desvalidas ante el dictamen de insanía. Viejas y locas.
A r e n a s
Iván, In Memoriam
Regresarás a la suma.
Desintegrado.
_______1
En el árido desierto crecen flores
para mí, sólo para mí,
que soy pálida
como si me hubieran criado a la sombra
de un baldaquín
o llevado sombrilla y velo
desde la cuna;
para mí que, cual Ireneo Funes, perdiera
el don del libre desplazamiento del cuerpo
cuando hallé el de la memoria
y –a diferencia de él- no asimilo
vocablos en lenguas muertas
o métricos cálculos temporales,
sino que aplico el recuerdo al lapso de espera
de la llegada de una carta,
la penetración desquiciante de una mirada
y el rencor más antiguo y poderoso: el del amor.
_______2
En el árido desierto donde las manos escriben
más allá del amparo de la soberbia,
cada corola es círculo de olvido
logrado entre la contemplación de los oleajes
y los oleajes mismos;
a veces, para exhumar cierta forma devorada
por las dunas,
hundo en ellas la mano
y el instante en que mi mano
es ocultada por la arena
es una muerte simbólica de mi muerte
y el instante contiguo,
en que mi mano
alza en el aire la corola,
justifica la paciencia y el amor
por el desierto.
_______3
En el árido desierto hemos ocultado
las palabras; y esa es la deshonra:
haber lamido sin hambre los imanes
fosforescentes de la gracia;
por las noches, me revuelco con el cuerpo caldeado
sobre la arena y las agrestes flores
y hacerlo sabe a silicio y a sal, pero tengo
piel más dura o blanda que el sílice,
más elástica tal vez,
y no me lastima, sólo me enciende
como de amor, no sé,
o de una lástima parecida a la cordura.
******************
ÍNDICE
I.
Tabaco
Boris Vian
Fresco y detalles de una escena argentina (11 poemas)
La piedra del mundo (4 poemas)
Glauce
II. OJO DE BUEY
Ojo de buey
Fragmentos (2 poemas)
Arenas (3 poemas)
Gracias por este regalo maravilloso. Ahora mismo lo imprimo en papel, en el alma ya ha quedado impreso. Va un abrazo grande, celebratorio desde la letra y la poesía, Isabel
ResponderEliminarBella tu poesía, seguí tu rumbo y ahora me deleito con tus poemas. Es un gusto leerte, gracias por estar en mi bloger.
ResponderEliminarUn gran abrazo.
Lorena Vera.
Bello,
ResponderEliminarte saludo.
Natalia Litvinova